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Fundación de Cultura Ciudad de Cuenca
2013 - 5 de abril a las 20:30h.  [Sala 1 - Teatro Auditorio de Cuenca]
Noche de Teatro

YO SOY DON QUIJOTE

YO SOY DON QUIJOTE DE LA MANCHA O LA NECESIDAD DE UN HÉROE BUENO

José Sacristán da vida al ingenioso hidalgo en este montaje de José Ramón Fernández en el que propone un juego metateatral con el que pone de actualidad la necesidad de un héroe que devuelva a esta realidad valores universales como la justicia y la solidaridad.
La necesidad de recuperar a un héroe que devuelva la bondad, la justicia y la solidaridad a la realidad actual es la idea que subyace en Yo soy Don Quijote de La Mancha, el montaje teatral de José Ramón Fernández a partir del clásico título de Miguel de Cervantes. Una obra en la que, bajo la dirección de Luis Bermejo, se propone un juego metateatral como mecanismo dramático, con el objeto de que el espectador se adentre no sólo en las aventuras del ingenioso hidalgo, sino también en la elaboración de la obra, trasladando a la actualidad un tema universal y atemporal.
Para dar vida a Don Quijote nadie mejor que José Sacristán, un clásico entre los clásicos, cuya impactante y reconocible voz hace que el espectador se reencuentre con ese héroe del que tiene necesidad. Y acompañándole, Sancho, en la piel de Fernando Soto, el fiel hidalgo que sabe ver el buen corazón de su señor pero cuya obligación es poner la razón, y su hija Sanchina, encarnada por la actriz Almudena Ramos, que representa la rebeldía de la juventud pero también la esperanza del futuro, y que hace de hilo conductor entre los dos mundos en los que nos adentra la obra. Todo ello bajo la música en directo desde el violonchelo de José Luis López, que impregna la atmósfera convirtiéndola en algo único.
El autor, José Ramón Fernández, lo tiene claro y asegura que “el mejor invento de la especie humana es la bondad”. Y lo explica: “Ser bueno, es decir, no hacer mal a los demás, procurar hacer el bien y ayudar a quien lo necesita sin esperar ninguna recompensa es el grado máximo en nuestra definición como especie”. Pese a ello, es consciente de las dificultades que conlleva, pues la mayor parte de las veces quien la practica es tachado de “tonto”, “pardillo”, “incauto” e “inocente”, o bien se esperará que obtenga algo a cambio de ello.
Fernández resalta que “es difícil, claro, la bondad, pero si no esperásemos que fuera posible de vez en cuando no querríamos seguir viviendo. Por eso –zanja-, en este nuevo siglo cambalache seguimos necesitando a Don Quijote”. De ahí la idea de poner en marcha este montaje, de la necesidad que tiene el ser humano de creer en la posibilidad del bien en sí mismo.
Partiendo de esta idea, el autor apunta que el proyecto nació de la directora del Festival de Almagro al tener claro que se trata de una “aventura universal que estremece a personas de cualquier lugar del mundo”, asegurando además que “Don Quijote es una parte de todos nosotros”. Así, decidió volver a mostrar su esencia desde una nueva perspectiva, haciendo que le acompañe no sólo Sancho sino también Sanchina, “dos personas sin maldad, capaces de ver en Don Quijote al loco y al hombre bueno, capaces de entender que el mundo necesita a Don Quijote”.

Juego metateatral


Como se ha apuntado al inicio, la obra está concebida como un juego metateatral, de manera que se presentan en ella dos mundos completamente diferentes. Por un lado, la propia representación de las aventuras que vive Don Quijote, algunas mostradas, otras recordadas, extraídas del original de Cervantes; por otro lado, la preparación de ese montaje teatral, convirtiendo al público en testigo directo de los ensayos y los preparativos de los actores, durante los cuales se ensalzan los valores de los personajes. Con ello, explica Luis Bermejo, director de la obra, “queremos que el espectador asista no sólo a los incidentes de nuestro protagonista, sino también a su propia elaboración”.
Sanchica se convierte en el enlace entre estos dos mundos como narradora de cada uno de ellos, saltando entre ambas líneas temporales y trasladando al espectador esa necesidad que tenemos de un héroe, entonces, sí, pero ahora más que nunca. Bermejo lo expone diciendo que “necesitamos creer que es posible recuperar la honra, así que nuestro héroe nos propone este nuevo viaje, esta nueva aventura, y nosotros vamos a habitarla con la intención de extraer de su interior el tema que nos emociona, que nos obsesiona: el deseo de bondad, de justicia, de solidaridad, para elevar el amor por encima de los hombres”.
Así se desarrolla el espectáculo sobre las tablas, hasta llevarnos a un final sorprendente que hace que el espectador se plantee la posibilidad de sacar al exterior ese “Quijote” que todos llevamos dentro y pongamos nuestro granito de arena para afrontar tanta injusticia.

Los protagonistas

José Sacristán, el recientemente premiado con un Goya al Mejor Actor Protagonista -¡por fin!, debemos añadir-, se convierte en Don Quijote de La Mancha con un dominio total del papel. Un rostro, una voz, una interpretación que reflejan a la perfección al ingenioso hidalgo. Sacristán, que inició su carrera profesional en el año 1960, cuenta con una amplísima trayectoria en los muy diversos campos relacionados con la interpretación. Se pueden destacar, en cine, películas como Madrid 1987, Roma, Todos a la cárcel, Madregilda, Un lugar en el mundo o El viaje a ninguna parte, y en teatro, Dos menos, Almacenados, Muerte de un viajante o Cristales rotos, todo ello sin olvidar sus interpretaciones en musicales, en televisión y en zarzuela.
Fernando Soto, el Sancho de esta obra, cuenta entre sus últimos trabajos en teatro con La avería, Madre coraje, Don Juan príncipe de las tinieblas o Me acordaré de vosotros, mientras que en cine ha participado en Miel de naranja, Balada triste de trompeta, Verbo, Celda 2011 o Una palabra tuya.
Por su parte, Almudena Ramos ha interpretado papeles en las obras Babilonia, El coloquio de los perros, Medida por medida o Luces de Bohemia. Además, trabaja como actriz especialista en Universal Studios Port Aventura y como bailarina en el Ballet Español de Murcia y en el Teatro Real.
Sobre el autor, José Ramón Fernández, hay que destacar que ha recibido importantes reconocimientos como el Premio Nacional de Literatura en Modalidad Dramática en 2011, así como el Premio Calderón de la Barca en 1993 por la obra Para quemar la memoria y el Premio Lope de Vega en 2003 por Nina. En cuanto al director, Luis Bermejo, ha dirigido espectáculos como La ventana de Chigrinsky, La lección y Piezas cortas del teatro Pánico.

Duración estimada: 100 minutos
Edad recomendada: a partir de 14 años
Localidades: 18.00 €; Club de Amigos: 15.00 €; Visib. reduc.: 13.00 €
Metrópolis Teatro
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